Escritura colaborativa femenina
Hicimos un super ejercicio de escritura COLABORATIVA femenina. Normalmente se llama escritura colectiva pero para nosotras era importante resaltar la colaboración que de ahi nacen todas las iniciativas solidarias, las actividades hechas con corazón y es de la colaboración desde donde se puede llegar a transformar, construir y cambiar la realidad.
Pues bueno de ese ejercicio que realizamos durante una semana salieron 4 super relatos. Los dejamos a continuación y esperamos tener muchos más ejercicios como este en breve ademas las invitamos a compartir lo que deseen e incluso seguir con las historias o escribir nuevas.
Bienvenidas al resultado de la primera semana de escritura colaborativa femenina de Myrina y su universo de mujeres sin etiquetas:
- Historia fugaz de un aplauso
Los motivos eran muchos pero la timidez le ganaba a las ganas ¿o no era la timidez sino el orgullo? pues aunque se sentía feliz, con ansias de celebrar, algo en su interior la detenía.
A decir verdad, estaba un poco confundida. Una pregunta tras otra... Llegaban a su cabeza mientras miraba al horizonte por la ventana. Y no es que hubiese perdido su memoria, pero se preguntaba: y qué celebro? Alguien más lo hace o lo hará conmigo?
Con los años se había acostumbrado a sentirse sola rodeada de gente; pero también a escuchar a la mujer sabia que hospedaba en su interior.
Y eso hizo, la escucho y junto sus palmas con mucha ilusión sin preocuparse de nada más solo de la felicidad que sentía en su corazón.
- Instrucciones para dirigir un circo
Y entonces mientras caminaba se encontró una carta en medio de la calle, era una carta de su "yo" del pasado.
Una carta de amor fechada en 1929, en Barcelona, que escribía un profesor a su alumno, no podia entenderlo, su cuerpo se quedó petrificado y una gota de sudor frío le empezó a resbalar por la frente.
Dentro de la carta también había una llave dorada, muy desgastada, con sus iniciales. Reconoció la llave de inmediato, era de un diario que escribía cuando era pequeña pero en la última mudanza lo perdió de vista y hace años que no lo ha vuelto a ver.
Una sonrisa tonta se asomó y tome la llave, fui hasta mi cuarto con cierta dificultad gracias a mi voluminosa barriga - Dafne todo esta bien- le dije a mi pequeña, últimamente siempre estaba dando patadas.
Llegué hasta mi cuarto victoriosa. Abrí el baúl donde guardaba mis cosas, viejas lo llamaba "el baúl de los recuerdos" y ahí estaba mi viejo diario un grueso libro de tapas desgastadas y una gran cerradura, había empezado a escribirlo cuando solo tenía trece y había dejado de escribir a los quince ya que empezaron mis responsabilidades como mujer, ya sabéis prepararme para el matrimonio, aprender a tocar algún instrumento, a cocinar, a bailar ,a tejer ... etc y ya no tenía tiempo para escribir a pesar se hacerlo muy bien.
Empecé a leer nostálgica, en todas las páginas siempre aparecía el nombre de Jorge mi antiguo amor, eso me provocaba un sentimiento agridulce, el era padre de mi hija.
El había muerto en la guerra, pero entre estas páginas yo solo era una niña de trece enamorada del hijo de un duque, y el estaba vivo, ha pesar de su importante cargo no podíamos casarnos, ya que yo ya estaba comprometida desde que tenía cinco años. A pesar de eso, nada me detuvo la noche que Jorge se marchó a la guerra, la noche en la que me entregue a el. Por suerte nadie sabía que mi hijo no era en realidad de mi marido, si leyera esto estaría muy enfadado. Debía esconderlo.
Cerré el baúl, vuelvo por la carta y a prisa la leo pues era casi la hora de llegada de Enrique, mi marido.
-He dejado estas instrucciones para ti Maria, síguelas al pie de la letra y nada podrá salir mal.
Siguiendo las instrucciones me dirigió a un sobre lleno de dinero. Al verlo, salté de alegría y corrí y corrí calle abajo. Al fin, llegó al laboratorio donde investigaban una cura para la terrible enfermedad de mi madre, que justo estaban empaquetando todos los utensilios y mecanismos por no haber podido pagar las deudas de ese mes.
Les detuve inmediatamente y les mostré el dinero, nadie entendía lo que había pasado y así que como era difícil de explicar solo dije 3 palabras:
- Debemos seguir investigando
- La cotorra violeta
Le gustaba cantar, de vez en cuando entonaba melodías conocidas y otras veces se inventaba sus propias canciones. Canciones que en general trataban de temas comunes pero que, algunos días, trataban sobre ellos.
Y cuando lo hacia, se transportaba a lugares mágicos, llenos de color y de ilusión. Lugares q le hacían pensar en si misma y en como ha cambiado.
En estos momentos se sentía fuerte y poderosa. Sabia que podía conseguir cualquier cosa que se propusiera. Ya lo había hecho tantas otras veces que estaba con la sensación de que esta vez su voz llegaría allí, justo donde la necesitaba para el espectáculo del sábado en la tarde.
¿Irán Cotorra azul, gris y salmón? se preguntaba ¿Será mejor llevar mi mejor gala, quiero brillar con luz propia no la artificial, solo la libre e independiente luz natural que fluye con los cantos más hermosos desde el centro de este violeta ser.
Y se puso su mejor gala: su personalidad, su esencia, su ser.
- El vestido invisible
Ese día se despertó un poco más tarde de lo habitual, tantos días de lluvia hacían que su cabeza estuviera un tanto pesada. Y encima estaba ese dichoso evento al que tenía que asistir obligada.
La misma gente de siempre, las mismas conversaciones triviales, selfie por aquí, selfie por allá, que si has visto como va esta, que si mira que es cutre la otra... Llevaba años ya en este círculo y había llegado a un punto en que ya no le aportaba nada, algo en su vida tenía que cambiar!
El sol entraba por la ventana del salón. Se hizo su café, como todas las mañanas, y mientras ojeaba sus redes sociales en busca de inspiración para poder afrontar el día que tenía por delante, sonó el teléfono.
Era la misma voz autoritaria de siempre recordándole que se tenía que poner el vestido verde.
Tenía dos horas para prepararse, para estar impecable. A las dos horas justas el coche estaba esperando en la puerta. Bajó del coche y entró decidida en el evento, nunca se había sentido tan segura, tan fuerte, tan auténtica.
Sin duda era el centro de atención. Todos los asistentes la miraban completamente ensimismados. La cara de la voz autoritaria cambiaba de color mientras en sus ojos se reflejaba la furia, la indignación y la ira.
Sí, ella se había cansado. Había decidido plantar cara y se puso su mejor vestido. El vestido invisible de la dignidad. Y en medio del evento, desnuda ante todos, les dio la mejor lección posible.
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